SANTO DOMINGO. El nueve de octubre se celebró en las islas del Caribe el día mundial de las aves migratorias. Se escogió esta fecha porque en ese mes llega el mayor número de estos incansables viajeros, que hacen un viaje espectacular entre sus hogares de verano en Norteamérica, y sus hogares de invierno en el Caribe, Centro y Suramérica.
Muchas de estas especies se quedan hasta 6 meses en el Caribe, o lo usan como puente en su ruta hacia el sur. Algunas pasan hasta 9 meses en las Antillas, aprovechando la comida, agua y refugio que les ofrecen nuestros montes. Este es otro servicio que prestan los extraordinarios ecosistemas de nuestra isla, que también hacen posible la supervivencia de una gran variedad de organismos endémicos.
Las aves migratorias controlan grandes cantidades de invertebrados y vertebrados plagas de los cultivos y la flora nativa. Además, dispersan las semillas de las plantas silvestres, contribuyendo así a la renovación de nuestros bosques.
Este año, las golondrinas (más poesía que plumas) fueron las escogidas como símbolos de las aves migratorias. Unas diez especies de estas virtuosas voladoras frecuentan el Caribe. Tres son endémicas de la zona y 6 son migratorias, pues anidan en Norteamérica e ivernan en el Caribe. Una especie, la golondrina grande (Progne dominicensis), anida en las Antillas y a principios de otoño emigra a Suramérica.
El lema de esta celebración fue "Las aves en nuestra cultura". Las aves migratorias están ligadas a la historia de la región desde la llegada de los europeos. El día 11 de octubre del 1492, Cristóbal Colón anotó en su diario: "vieron pardelas y un junco verde junto a la nao", (frase que inmortalizó José Joaquín Pérez en un famoso poema) para reseñar un trozo de vegetación que flotaba en el mar y unas aves que vieron volando bien entrada la tarde, lo que les hizo pensar que estaban a punto de encontrar tierra.
En otra ocasión, semanas antes del descubrimiento, una bandada de aves migratorias que volaban perpendiculares a las "naos", indujeron a los navegantes a cambiar la ruta que llevaban. Según los expertos en navegación, de mantener esa ruta, las corrientes del Golfo de México los habrían conducido a la costa sureste de los Estados unidos, probablemente a Carolina del Sur. Resulta tentador imaginar cuál habría sido el destino de las Antillas y de Norteamérica, si Colón no se hubiera dejado guiar por estas aves migratorias.
El título de este artículo lo usamos en un póster sobre aves migratorias en 1996, y se me ocurrió a raíz de un incidente en un taller de ornitólogos hispanos en Costa Rica. Algunos ornitólogos de la región se referían a las aves nativas como "las nuestras" y a las migratorias como las "norteamericanas".
Protesté contra ese chovinismo ornítico y les recordé que esas aves pasan más tiempo en el sur que en el norte y han hecho ese recorrido desde tiempos inmemoriales, mucho antes de que nuestros antepasados (incluidos los taínos) poblaran estas tierras. Existe en USA un programa de conservación de estas aves llamado "Partners in Flight" (Compañeros de vuelo), cuyo objetivo es que los habitantes del continente tomen conciencia de la importancia de estas aves a ambos lados de la frontera fluvial del "Río Grande".
Tal vez las aves migratorias, más sabias que el Homo sapiens, ya que ignoran las fronteras geopolíticas, nos ayuden a alcanzar la tan anhelada hermandad panamericana.
Muchas de estas especies se quedan hasta 6 meses en el Caribe, o lo usan como puente en su ruta hacia el sur. Algunas pasan hasta 9 meses en las Antillas, aprovechando la comida, agua y refugio que les ofrecen nuestros montes. Este es otro servicio que prestan los extraordinarios ecosistemas de nuestra isla, que también hacen posible la supervivencia de una gran variedad de organismos endémicos.
Las aves migratorias controlan grandes cantidades de invertebrados y vertebrados plagas de los cultivos y la flora nativa. Además, dispersan las semillas de las plantas silvestres, contribuyendo así a la renovación de nuestros bosques.
Este año, las golondrinas (más poesía que plumas) fueron las escogidas como símbolos de las aves migratorias. Unas diez especies de estas virtuosas voladoras frecuentan el Caribe. Tres son endémicas de la zona y 6 son migratorias, pues anidan en Norteamérica e ivernan en el Caribe. Una especie, la golondrina grande (Progne dominicensis), anida en las Antillas y a principios de otoño emigra a Suramérica.
El lema de esta celebración fue "Las aves en nuestra cultura". Las aves migratorias están ligadas a la historia de la región desde la llegada de los europeos. El día 11 de octubre del 1492, Cristóbal Colón anotó en su diario: "vieron pardelas y un junco verde junto a la nao", (frase que inmortalizó José Joaquín Pérez en un famoso poema) para reseñar un trozo de vegetación que flotaba en el mar y unas aves que vieron volando bien entrada la tarde, lo que les hizo pensar que estaban a punto de encontrar tierra.
En otra ocasión, semanas antes del descubrimiento, una bandada de aves migratorias que volaban perpendiculares a las "naos", indujeron a los navegantes a cambiar la ruta que llevaban. Según los expertos en navegación, de mantener esa ruta, las corrientes del Golfo de México los habrían conducido a la costa sureste de los Estados unidos, probablemente a Carolina del Sur. Resulta tentador imaginar cuál habría sido el destino de las Antillas y de Norteamérica, si Colón no se hubiera dejado guiar por estas aves migratorias.
El título de este artículo lo usamos en un póster sobre aves migratorias en 1996, y se me ocurrió a raíz de un incidente en un taller de ornitólogos hispanos en Costa Rica. Algunos ornitólogos de la región se referían a las aves nativas como "las nuestras" y a las migratorias como las "norteamericanas".
Protesté contra ese chovinismo ornítico y les recordé que esas aves pasan más tiempo en el sur que en el norte y han hecho ese recorrido desde tiempos inmemoriales, mucho antes de que nuestros antepasados (incluidos los taínos) poblaran estas tierras. Existe en USA un programa de conservación de estas aves llamado "Partners in Flight" (Compañeros de vuelo), cuyo objetivo es que los habitantes del continente tomen conciencia de la importancia de estas aves a ambos lados de la frontera fluvial del "Río Grande".
Tal vez las aves migratorias, más sabias que el Homo sapiens, ya que ignoran las fronteras geopolíticas, nos ayuden a alcanzar la tan anhelada hermandad panamericana.
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